No poseen un sitio exacto. Dicho con propiedad, estas librerías se trasladan en silencio y un día pueden que estén aquí y otro allá, pero tienen sus puertas de acceso, esas sí se conocen —aunque solo algunas, claro está—, y la más notoria de esas entradas está en la de la Plaza de Armas, centro de la ciudad colonial, curiosamente enfrente de donde, hasta hace poco, existió el Instituto Cubano de Libro (ICL), algo así como lo que sería para los católicos un Vaticano de obras literarias, ya que de inquisidores y de proteger la fe se trata… Para seguir leyendo…